Así como la sustentabilidad se ha enfocado al medioambiente, ahora se tendrá que ocupar también del ser humano.
Los espacios en los que habitamos pueden darnos alegrías, provocarnos estrés y hasta depresión. La salud emocional también se asocia a los sitios en los que nos encontramos y esto ya es analizado por la neuroarquitectura.
Al abordar cómo la neurociencia se aplica a la arquitectura, Juan Carlos Baumgartner, director de SpAce, explica: “Al descifrar cómo funciona el cerebro, se han dado cuenta que hay una correlación entre los espacios construidos, la arquitectura y las modificaciones o formas en las que el cerebro se va adecuando a estos espacios construidos. Entonces, hay una relación directa entre lo que estamos diseñando y memoria, percepción, estética, etc.”
Comenta que la sustentabilidad se ha centrado en el medioambiente, pero ahora hay una tendencia hacia el ser humano, e incluso hay quien asume que la preocupación de la neuroarquitectura es la extensión de la sustentabilidad, pero aplicada a la humanidad.
El contexto en esta afirmación es definitorio, explica Baumgartner. Estamos en una época en la que los descubrimientos tecnológicos relacionados con el cuerpo humano, y particularmente su cerebro, ha obligado al replanteamiento de aspectos como la educación, el trabajo y la convivencia social.
“Una de las teorías es que el espacio que te rodea es parte de tu proceso cognitivo, entonces comenzaremos a cuestionar las definiciones tradicionales que veían a la arquitectura como un elemento ajeno al ser humano, y empezarnos a preguntarnos si la arquitectura no es sino una extensión real de nuestro cerebro y de nuestros procesos cognitivos”, destaca el arquitecto.
INFLUENCIA EN EL INTERIORISMO
Numerosos elementos se consideran para mejorar el bienestar de los usuarios en el diseño de interiores, los cuales muchas veces son antinaturales y el ser humano está diseñado para estar en la naturaleza, por lo que estar en espacios con iluminación artificial, con elementos de 90 grados, sin vistas al exterior, va en contra de lo que estamos como seres humanos diseñados.
“Probablemente el reto más complicado es cómo a pesar de que tenemos espacios interiores no diseñados por la naturaleza, podemos hacerlos de la manera en la que los hubiera diseñado la naturaleza: dando diversidad, dando distintos tonos de iluminación, teniendo luz natural y tratando de hacerlos lo menos artificiales posibles”, señala Baumgartner.
Agrega que se ha demostrado que, en hospitales, zonas de trabajo y en otros lugares existen beneficios de tener la naturaleza alrededor, pero no tiene que ser forzosamente vegetación dentro del espacio, puede ser una ventana que dé a un parque o a un espacio verde.
De esta manera, basados en el aprendizaje y la información de cómo funciona el cerebro, SpAce diseña áreas que puedan ayudar a los usuarios a aprender mejor en una escuela, a concentrarse en el trabajo y en general, a vivir mejor.